- Lea las siguientes entradas del diario de Ana Frank y elabora una un mapa conceptual acerca del mal trato al que fue sometido el pueblo judío, (si te es posible consulta otras fuentes de información sobre este tema).
- A partir de la lectura del texto, describe como fueron tratados los judíos en los países bajos por la Gestapo.
Entradas del diario de Ana Frank
Viernes, 9 de octubre de 1942
Querida Kitty:
Hoy no
tengo más que noticias desagradables y desconsoladoras para contarte. A nuestros
numerosos amigos y conocidos judíos se los están llevando en grupos. La Gestapo
no tiene la mínima consideración con ellos, los cargan nada menos que en vagones
de ganado y los envían a Westerbork, el gran campo de concentración para judíos
en la provincia de Drente. Miep nos ha hablado de alguien que logró fugarse de allí.
Debe de ser un sitio horroroso. A la gente no le dan casi de comer y menos de
beber. Sólo hay agua una hora al día, y no hay más que un retrete y un lavabo
para varios miles de personas. Hombres y mujeres duermen todos juntos, y a
estas últimas y a los niños a menudo les rapan la cabeza. Huir es prácticamente
imposible. Muchos llevan la marca inconfundible de su cabeza rapada o también
la de su aspecto judío. Si ya en Holanda la situación es tan desastrosa, ¿cómo
vivirán en las regiones apartadas y bárbaras adonde los envían? Nosotros
suponemos que a la mayoría los matan. La radio inglesa dice que los matan en
cámaras de gas, quizá sea la forma más rápida de morir. Estoy tan confusa por
las historias de horror tan sobrecogedoras que cuenta Miep y que también a ella
la estremecen. Hace poco, por ejemplo, delante de la puerta de su casa se había
sentado una viejecita judía entumecida esperando a la Gestapo, que había ido a buscar
una furgoneta para llevársela. La pobre vieja estaba muy atemorizada por los disparos
dirigidos a los aviones ingleses que sobrevolaban la ciudad, y por el relampagueo
de los reflectores. Sin embargo, Miep no se atrevió a hacerla entrar en su casa.
Nadie lo haría. Sus señorías alemanas no escatiman medios para castigar.
También
Bep está muy callada; al novio lo mandan a Alemania. Cada vez que los aviones
sobrevuelan nuestras casas, ella tiene miedo de que suelten sus cargas
explosivas de hasta mil toneladas en la cabeza de su Bertus. Las bromas del
tipo «seguro que no le caerán mil toneladas» y «con una sola bomba basta» me
parece que están un tanto fuera de lugar. Bertus no es el único, todos los días
salen trenes llenos de muchachos holandeses que van a trabajar a Alemania. En
el camino, cuando paran en alguna pequeña estación, algunos se bajan a escondidas
e intentan buscar refugio. Una pequeña parte de ellos quizá lo consiga. Todavía
no he terminado con mis lamentaciones. ¿Sabes lo que es un rehén? Es el último
método que han impuesto como castigo para los saboteadores. Es los más horrible
que te puedas imaginar. Detienen a destacados ciudadanos inocentes y anuncian
que los ejecutarán en caso de que alguien realice un acto de sabotaje. Cuando
hay un sabotaje y no encuentran a los responsables, la Gestapo sencillamente
pone a cuatro o cinco rehenes contra el paredón. A menudo los periódicos publican
esquelas mortuorias sobre estas personas, calificando sus muertes de «accidente
fatal».
¡Bonito
pueblo el alemán, y pensar que en realidad yo también pertenezco a él! Pero no,
hace mucho que Hitler nos ha convertido en apátridas. De todos modos no hay
enemistad más grande en el mundo que entre los alemanes y los judíos.
Tu Ana.
Jueves,
19 de noviembre de 1942
Querida
Kitty:
Como
todos suponíamos, Dussel es una persona muy agradable. Por supuesto, le pareció
bien compartir la habitación conmigo; yo sinceramente no estoy muy contenta de
que un extraño vaya a usar mis cosas, pero hay que hacer algo por la causa
común, de modo que es un pequeño sacrificio que hago de buena gana. «Con tal
que podamos salvar a alguno de nuestros conocidos, todo lo demás es
secundario», ha dicho papá, y tiene toda la razón.
El
primer día de su estancia aquí, Dussel empezó a preguntarme en seguida toda
clase de cosas, por ejemplo cuándo viene la asistenta, cuáles son las horas de
uso del cuarto de baño, cuándo se puede ir al lavabo, etc. Te reirás, pero todo
esto no es tan fácil en un escondite. Durante el día no podemos hacer ruido,
para que no nos oigan desde abajo, y cuando hay otra persona, como por ejemplo
la asistenta, tenemos que prestar más atención aún para no hacer ruido. Se lo
expliqué prolijamente a Dussel, pero hubo una cosa que me sorprendió; que es un
poco duro de entendederas, porque pregunta todo dos veces y aun así no lo
retiene. Quizá se le pase, y sólo es que está aturdido por la sorpresa. Por lo
demás todo va bien. Dussel nos ha contado mucho de lo que está pasando fuera,
en ese mundo exterior que tanto echamos de menos. Todo lo que nos cuenta es
triste. A muchísimos de nuestros amigos y conocidos se los han llevado a un
horrible destino. Noche tras noche pasan los coches militares verdes y grises.
Llaman a todas las puertas, preguntando si allí viven judíos. En caso
afirmativo, se llevan en el acto a toda la familia. En caso negativo continúan
su recorrido. Nadie escapa a esta suerte, a no ser que se esconda. A menudo pagan
un precio por persona que se llevan: tantos florines por cabeza. ¡Como una
cacería de esclavos de las que se hacían antes! Pero no es broma, la cosa es
demasiado dramática para eso. Por las noches veo a menudo a esa pobre gente
inocente desfilando en la oscuridad, con niños que lloran, siempre en marcha,
cumpliendo las órdenes de esos individuos, golpeados y maltratados hasta casi
no poder más. No respetan a nadie: ancianos, niños, bebés, mujeres embarazadas,
enfermos, todos sin excepción marchan camino de la muerte. Qué bien estamos
aquí, qué bien y qué tranquilos. No necesitaríamos tomarnos tan a pecho toda
esta miseria, si no fuera que tememos por lo que les está pasando a todos los
que tanto queremos y a quienes ya no podemos ayudar. Me siento mal, porque
mientras yo duermo en una cama bien abrigada, mis amigas más queridas quién
sabe dónde estarán tiradas. Me da mucho miedo pensar en todas las personas con
quienes me he sentido siempre tan íntimamente ligada y que ahora están en manos
de los más crueles verdugos que hayan existido jamás.
Y todo
por ser judíos.
Tu Ana
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